Universidad, lingüística y reflexión
Por: Ricardo Melgarejo Cámara
Quiero comentar y aportar un poco más sobre la exposición del maestro Luis Jaime Cisneros acerca de su reciente artículo "Universidad y reflexión" (véase Aula Precaria, La Replública [http://www.larepublica.pe/aula-precaria/19/07/2009/universidad-y-reflexion]).
Comenzaré sentenciando que quien se nombra o cree llevar el marbete de "universitario", debe de ser consciente de la responsabilidad e implicaciones para con el desarrollo humano y científico del que dicho filón académico incita. Por ello, creo como primer punto, que el ser consciente de la realidad diversa del país un factor desencadenante para la toma de decisiones, actitud crítica, creatividad y las innovaciones para encaminarse hacia lo que se denomina “actividad científica” para la postulación de hipótesis para soluciones próximas.
El ser obcecado ante la realidad y problemática nacional, y más aún, el no encauzar nuestra vocación profesional hacia esas directrices es el error más ciclópeo que el colegial egresado puede hacer: lo esperable es que termine siendo un acartonado más” sin saber cómo enfocar la teoría hacia la práctica o un acartonado más con un buen paralelismo teórico-científico pero sin esa filosofía o amor a la sabiduría (amor a la ciencia).
Como segundo punto señalo como el maestro Cisneros que precisamente esta actitud hacia lo exógeno no es materia que se enseña en la universidad: es algo con lo que deberíamos de venir desde el colegio y, no obstante, sólo la universidad se encargaría de ser un esmeril que pula nuestros conocimientos y actitud crítica para estar en la vanguardia de la sociedad y no al revés. Así rescato lo implícito del artículo: conocer la realidad, problemática y las necesidades de la sociedad no implica que los contenidos de las asignaturas de las diversas carreras universitarias deban estar supeditadas a presupuestos del mercado; hablar que el conocimiento científico debe estar en función del mercado laboral conociendo la realidad y problemática es un mito que debe erradicarse.
No obstante, tal actitud traería consigo la erradicación de disciplinas económicamente menos rentables que tienen, por lo general, resultados a largo plazo como algunas ciencias humanísticas.
¿Qué exigir a la universidad?
Como individuo que intenta ser universitario, observo que las demandas están en la búsqueda de lo adecuado para hacer investigación: material de laboratorio, mejores bibliotecas, asesorías permanentes y sobretodo docentes especializados y activos en hacer investigación en calidad que sirvan como paradigmas motivacionales. Lógicamente la universidad deberá recurrir al Estado para tal consecución.
Las analogías saltan a la vista del más despistado. Tales exigencias son equiparables con la enseñanza no superior.
El centralismo excesivo con las necesidades escolares poco o en nada han resuelto el problema de la calidad de la educación. Quizá la solución no esté en el solo hecho de exigir y exigir material y profesores especializados. No se está tomando atención sobre algo que es la base para la formación de la actitud científica: el texto y la lectura. No me voy a basar sobre el asunto por el momento pero creo que este aspecto está muy descuidado.
La universidad y la lingüística
De las premisas expuestas líneas arriba la consecuencia es única y las inferencias muchas, según mi modo de ver. La falta de interés en disciplinas humanísticas por su escasa inmediatez para con las necesidades mercantilistas de la sociedad, conlleva al Estado a tomar acciones que son clamorosos rebuznos en que las universidades a veces se atienen.
Uno de esos roznidos es no juzgar a la lingüística como parte del currículo elemental de enseñanza (superior o no). Cómo, por citar algún ejemplo, si en el tan mentado respeto a la diversidad cultural o “interculturalidad” no está envuelto también el respeto a la diversidad lingüística o idiomática; cómo, si el estudio del lenguaje como producto humano sea algo sincrónico y adoptase la forma de una única lengua.
Es que el lenguaje humano adopta más de 6700 sistemas lingüísticos con una infinidad de dialectos, y no ser consientes de esa realidad diversa origina una falta de entendimiento del fenómeno cultural y social. Es decir, sin un estudio del fenómeno lingüístico visto como tal no creo que sea posible cumplir ese respeto hacia el otro.
Los docentes de enseñanza deben dar oído a la demanda que exigen algunos lingüistas: si no aplican los conocimientos lingüísticos a casos particulares de lenguas ajenas a la L1, al menos ver cómo es que funciona el lenguaje en casos dignos de análisis.
Estimo que no basta el análisis sincrónico de la lengua —esto es, el sólo análisis oracional— para ver ese funcionamiento aparente, sino el valorar cómo ha ido evolucionando en el tiempo, cómo es que con otros sistemas lingüísticos emparentados o no han dejado huella como sustratos, superestratos o adstratos, i.e. cómo han dejado toda una cosmovisión cultural a la lengua actual. La misma valoración se debe hacer ahora mirando hacia delante, cómo los diversos códigos lingüísticos de los jóvenes —que algunos consideran como aberrantes, inconsistentes y a veces incoherentes— están contribuyendo a la reorganización, sea gramatical o léxica, de la lengua actual.
Haciendo una típica iteración al respecto como otros colegas, sueño con que no se piense que el lenguaje no sirve para nada, y que está supeditada a la mera corrección y el buen decir y quede como punto y aparte. Aunque lógico, de ser importante el manejo de diferentes estilos y recursos lingüísticos de la manera más inteligible posible para afrontar diversas situaciones o circunstancias que la sociedad exige, lo es.
Y así, pienso que si la universidad debe o está a la vanguardia de la sociedad donde las disciplinas de reflexión sobre lo diverso a nivel de lo idiomático y sociocultural.
La universidad es cada individuo que se dice “universitario” y la universidad es vivir en reflexión y constante debate crítico.
Y… culminando los estudios universitarios ¿Cómo dejar de ser esa rara avis que caracteriza a un lingüista?
La pregunta es de por sí tonta de responder, en parte por que se debe ser concientes de la realidad laboral que la lingüística puede ofrecer. No quiero mostrar los puntos aplicativos de la lingüística, pero si mencionar algunas cuestiones elementales que el “universitario” debe de saber. Cuantas veces quizá nuestros padres, profesores o amigos nos habrán dicho “¿sabes en qué te estás metiendo o estudiando?, ¿de qué se trata tu carrera o cosas similares por el estilo? Y las verosimilitudes colectivas se reducen básicamente a dos reductos: la docencia y tareas relacionadas a la traducción e interpretación —por no considerar un tercer y poca practicada reducto: la investigación.
Haciendo una digresión puntual al respecto, para los no muy entendidos en la materia, la lingüística estudia los principios subyacentes del lenguaje humano. Referidos principios se actualizan en el habla siguiendo normas históricamente determinados por la colectividad (uso de “x” código lingüístico). Evidentemente, ello no sería posible si el lenguaje no tuviera una función singularizada por la proactividad, interactividad y dinamicidad: la comunicación.
La comunicación humana es estudiada —de manera primaria o no— por diversas disciplinas científicas así que la han hecho casi imposibles de deslindar por completo.
Por las razones expuestas se colige el porqué la lingüística no ha podido aún —como toda ciencia— establecer sus propias fronteras. Así a partir de los años cincuenta se nota con más notoriedad su carácter interdisciplinario.
Otra inferencia evidente, es el porqué habrá de por sí más oportunidades laborales para un lingüista aplicado que uno teórico —“aplicado” en el sentido de qué el lingüista se sirva de lo teórico, para (re)construirlo de manera interdisciplinaria [y con fines prácticos] (Payrató 1998: 24)—.
El carácter interdisciplinario o intersectivo de la lingüística es válida para cada rama de a lingüística; por ello que no se hable de una rama aplicativa en sentido general, exenta o alegada de la lingüística tradicional. No obstante, como se señalo líneas arriba, si la lingüística estudia el fenómeno lingüístico como instrumento de comunicación, y ésta es estudiada por una serie de ciencias, dicho estudio se fundamenta en fines meramente prácticos: determinar y resolver los problemas inducidos por los procesos comunicativos propios característicos de las sociedades actuales.
Ahora bien, como señale “las verosimilitudes colectivas se reducen básicamente a dos reductos: la docencia y tareas relacionadas a la traducción e interpretación”. Es que sólo en esos dominios se cree que el lingüista profesional puede ejercerse y discrepo, con cierta incertidumbre, que la gente de a pie conozca otros dominios aplicativos de nuestra profesión, como por ejemplo —resumiendo algunos datos tomados del libro de Payrató De profesión lingüista: panorama de la lingüística aplicada (1998)—:
O bien, dominios aplicativos meramente lingüísticos —si se considera que otra de la creencia de gente más entendida es ver a la lingüística como la mera gramática, por tanto con sus subdisciplinas: fonología, morfología, sintaxis, semántica, etc.—, pero que también se reducen a reductos escolares (docencia) y administrativos o empresariales (corrector).
Bien llegamos al problema del asunto… ¿Cómo hacer que la gente no deje de vernos como unas raras avis? Y sobre todo… ¿Cómo puede ejercer el lingüista profesional en áreas no conocidas? Es muy complicado arraigar las ideologías en torno a nuestro marco laboral de nuestra profesión. Sin embargo, he de reconocer que todo evoluciona, como las etiquetas por las que está pasando el corrector de estilo —algunos lo denominan ahora asesor lingüístico—. Ello no es gratuito, admite mayor compromiso del corrector. Así, la docencia tampoco está exenta de dicha evolución, ya que, a cuenta gotas, el docente lingüista está dejando de ser el individuo ideal del buen decir o el que está provisto de un chip normativo, por alguien que facilite de una manera adecuada, los recursos necesarios para el aprendizaje de conocimientos y fortalecimiento de actitudes que fundamenten el desarrollo de una óptima competencia comunicativa.
No facilitaré una respuesta que sea la receta para el conocimiento de otras ramas aplicativas de las ramas de la lingüística por parte de la sociedad, pero creo que como he podido hacer notar, las mismas exigencias de la sociedad han hecho que se diversifiquen muchas de las ciencias del lenguaje de la lingüística y ello trajo consigo que la lingüística se extienda y complemente de manera interdisciplinaria con otras ciencias que requieren de su auxilio para la explicación de determinados fenómenos. Así la evolución de la lingüística continúa y esperemos, no obstante, los resultados de un mayor conocimiento de la lingüística a un largo plazo que, sin perder la fe que al conocer mucho más de los dominios y realidad de mi carrera humanista, me da el derecho de plantear.
Ahí la labor de la universidad, como plantea Cisneros: “A ella [la universidad] venimos a estudiar con la certidumbre de que el saber nos hace mejores el eficaz servicio de la polis. La fe fortalece ese estudio y acentúa su perfil humanista. Cuando más perfeccionamos el saber, mejor entendido está el hombre, nuestro prójimo esencial. A más verdad, saber más sólido y fe más verdadera. Aprender y enseñar son tareas que nos convoca la verdad”.
Así pues, la solución de este desconocimiento está en la enseñanza que uno como universitario (científico) debe de brindar a la sociedad, no esperemos pues vivir en la cultura del “debería” en la que se espera que otros solucionen los problemas de nuestra especialidad, cuando la solución está en nuestras narices: el problema y solución es uno mismo.
Comenzaré sentenciando que quien se nombra o cree llevar el marbete de "universitario", debe de ser consciente de la responsabilidad e implicaciones para con el desarrollo humano y científico del que dicho filón académico incita. Por ello, creo como primer punto, que el ser consciente de la realidad diversa del país un factor desencadenante para la toma de decisiones, actitud crítica, creatividad y las innovaciones para encaminarse hacia lo que se denomina “actividad científica” para la postulación de hipótesis para soluciones próximas.
El ser obcecado ante la realidad y problemática nacional, y más aún, el no encauzar nuestra vocación profesional hacia esas directrices es el error más ciclópeo que el colegial egresado puede hacer: lo esperable es que termine siendo un acartonado más” sin saber cómo enfocar la teoría hacia la práctica o un acartonado más con un buen paralelismo teórico-científico pero sin esa filosofía o amor a la sabiduría (amor a la ciencia).
Como segundo punto señalo como el maestro Cisneros que precisamente esta actitud hacia lo exógeno no es materia que se enseña en la universidad: es algo con lo que deberíamos de venir desde el colegio y, no obstante, sólo la universidad se encargaría de ser un esmeril que pula nuestros conocimientos y actitud crítica para estar en la vanguardia de la sociedad y no al revés. Así rescato lo implícito del artículo: conocer la realidad, problemática y las necesidades de la sociedad no implica que los contenidos de las asignaturas de las diversas carreras universitarias deban estar supeditadas a presupuestos del mercado; hablar que el conocimiento científico debe estar en función del mercado laboral conociendo la realidad y problemática es un mito que debe erradicarse.
No obstante, tal actitud traería consigo la erradicación de disciplinas económicamente menos rentables que tienen, por lo general, resultados a largo plazo como algunas ciencias humanísticas.
¿Qué exigir a la universidad?
Como individuo que intenta ser universitario, observo que las demandas están en la búsqueda de lo adecuado para hacer investigación: material de laboratorio, mejores bibliotecas, asesorías permanentes y sobretodo docentes especializados y activos en hacer investigación en calidad que sirvan como paradigmas motivacionales. Lógicamente la universidad deberá recurrir al Estado para tal consecución.
Las analogías saltan a la vista del más despistado. Tales exigencias son equiparables con la enseñanza no superior.
El centralismo excesivo con las necesidades escolares poco o en nada han resuelto el problema de la calidad de la educación. Quizá la solución no esté en el solo hecho de exigir y exigir material y profesores especializados. No se está tomando atención sobre algo que es la base para la formación de la actitud científica: el texto y la lectura. No me voy a basar sobre el asunto por el momento pero creo que este aspecto está muy descuidado.
La universidad y la lingüística
De las premisas expuestas líneas arriba la consecuencia es única y las inferencias muchas, según mi modo de ver. La falta de interés en disciplinas humanísticas por su escasa inmediatez para con las necesidades mercantilistas de la sociedad, conlleva al Estado a tomar acciones que son clamorosos rebuznos en que las universidades a veces se atienen.
Uno de esos roznidos es no juzgar a la lingüística como parte del currículo elemental de enseñanza (superior o no). Cómo, por citar algún ejemplo, si en el tan mentado respeto a la diversidad cultural o “interculturalidad” no está envuelto también el respeto a la diversidad lingüística o idiomática; cómo, si el estudio del lenguaje como producto humano sea algo sincrónico y adoptase la forma de una única lengua.
Es que el lenguaje humano adopta más de 6700 sistemas lingüísticos con una infinidad de dialectos, y no ser consientes de esa realidad diversa origina una falta de entendimiento del fenómeno cultural y social. Es decir, sin un estudio del fenómeno lingüístico visto como tal no creo que sea posible cumplir ese respeto hacia el otro.
Los docentes de enseñanza deben dar oído a la demanda que exigen algunos lingüistas: si no aplican los conocimientos lingüísticos a casos particulares de lenguas ajenas a la L1, al menos ver cómo es que funciona el lenguaje en casos dignos de análisis.
Estimo que no basta el análisis sincrónico de la lengua —esto es, el sólo análisis oracional— para ver ese funcionamiento aparente, sino el valorar cómo ha ido evolucionando en el tiempo, cómo es que con otros sistemas lingüísticos emparentados o no han dejado huella como sustratos, superestratos o adstratos, i.e. cómo han dejado toda una cosmovisión cultural a la lengua actual. La misma valoración se debe hacer ahora mirando hacia delante, cómo los diversos códigos lingüísticos de los jóvenes —que algunos consideran como aberrantes, inconsistentes y a veces incoherentes— están contribuyendo a la reorganización, sea gramatical o léxica, de la lengua actual.
Haciendo una típica iteración al respecto como otros colegas, sueño con que no se piense que el lenguaje no sirve para nada, y que está supeditada a la mera corrección y el buen decir y quede como punto y aparte. Aunque lógico, de ser importante el manejo de diferentes estilos y recursos lingüísticos de la manera más inteligible posible para afrontar diversas situaciones o circunstancias que la sociedad exige, lo es.
Y así, pienso que si la universidad debe o está a la vanguardia de la sociedad donde las disciplinas de reflexión sobre lo diverso a nivel de lo idiomático y sociocultural.
La universidad es cada individuo que se dice “universitario” y la universidad es vivir en reflexión y constante debate crítico.
Y… culminando los estudios universitarios ¿Cómo dejar de ser esa rara avis que caracteriza a un lingüista?
La pregunta es de por sí tonta de responder, en parte por que se debe ser concientes de la realidad laboral que la lingüística puede ofrecer. No quiero mostrar los puntos aplicativos de la lingüística, pero si mencionar algunas cuestiones elementales que el “universitario” debe de saber. Cuantas veces quizá nuestros padres, profesores o amigos nos habrán dicho “¿sabes en qué te estás metiendo o estudiando?, ¿de qué se trata tu carrera o cosas similares por el estilo? Y las verosimilitudes colectivas se reducen básicamente a dos reductos: la docencia y tareas relacionadas a la traducción e interpretación —por no considerar un tercer y poca practicada reducto: la investigación.
Haciendo una digresión puntual al respecto, para los no muy entendidos en la materia, la lingüística estudia los principios subyacentes del lenguaje humano. Referidos principios se actualizan en el habla siguiendo normas históricamente determinados por la colectividad (uso de “x” código lingüístico). Evidentemente, ello no sería posible si el lenguaje no tuviera una función singularizada por la proactividad, interactividad y dinamicidad: la comunicación.
La comunicación humana es estudiada —de manera primaria o no— por diversas disciplinas científicas así que la han hecho casi imposibles de deslindar por completo.
Por las razones expuestas se colige el porqué la lingüística no ha podido aún —como toda ciencia— establecer sus propias fronteras. Así a partir de los años cincuenta se nota con más notoriedad su carácter interdisciplinario.
Otra inferencia evidente, es el porqué habrá de por sí más oportunidades laborales para un lingüista aplicado que uno teórico —“aplicado” en el sentido de qué el lingüista se sirva de lo teórico, para (re)construirlo de manera interdisciplinaria [y con fines prácticos] (Payrató 1998: 24)—.
El carácter interdisciplinario o intersectivo de la lingüística es válida para cada rama de a lingüística; por ello que no se hable de una rama aplicativa en sentido general, exenta o alegada de la lingüística tradicional. No obstante, como se señalo líneas arriba, si la lingüística estudia el fenómeno lingüístico como instrumento de comunicación, y ésta es estudiada por una serie de ciencias, dicho estudio se fundamenta en fines meramente prácticos: determinar y resolver los problemas inducidos por los procesos comunicativos propios característicos de las sociedades actuales.
Ahora bien, como señale “las verosimilitudes colectivas se reducen básicamente a dos reductos: la docencia y tareas relacionadas a la traducción e interpretación”. Es que sólo en esos dominios se cree que el lingüista profesional puede ejercerse y discrepo, con cierta incertidumbre, que la gente de a pie conozca otros dominios aplicativos de nuestra profesión, como por ejemplo —resumiendo algunos datos tomados del libro de Payrató De profesión lingüista: panorama de la lingüística aplicada (1998)—:
- Las tareas propias de la lexicografía.
- Las tareas propias de la enseñanza de la lengua materna [reforzamiento y complementación] y de los idiomas [segundas lenguas].
- Las tareas propias de la traducción.
- Las tareas propias del tratamiento automatizado de textos.
- Las tareas propias de la terminología.
- Las tareas propias de la documentación.
- Las tareas propias de la planificación lingüística [de mantenimiento o sustitución].
- Las tareas propias del tratamiento de los trastornos comunicativos.
- Las tareas propias del mundo editorial [corrector gramatical y de estilo]. Las tareas propias de los medios de comunicación.
- Las tareas propias de los servicios lingüísticos de las empresas y de la administración [consultor lingüístico].
O bien, dominios aplicativos meramente lingüísticos —si se considera que otra de la creencia de gente más entendida es ver a la lingüística como la mera gramática, por tanto con sus subdisciplinas: fonología, morfología, sintaxis, semántica, etc.—, pero que también se reducen a reductos escolares (docencia) y administrativos o empresariales (corrector).
Bien llegamos al problema del asunto… ¿Cómo hacer que la gente no deje de vernos como unas raras avis? Y sobre todo… ¿Cómo puede ejercer el lingüista profesional en áreas no conocidas? Es muy complicado arraigar las ideologías en torno a nuestro marco laboral de nuestra profesión. Sin embargo, he de reconocer que todo evoluciona, como las etiquetas por las que está pasando el corrector de estilo —algunos lo denominan ahora asesor lingüístico—. Ello no es gratuito, admite mayor compromiso del corrector. Así, la docencia tampoco está exenta de dicha evolución, ya que, a cuenta gotas, el docente lingüista está dejando de ser el individuo ideal del buen decir o el que está provisto de un chip normativo, por alguien que facilite de una manera adecuada, los recursos necesarios para el aprendizaje de conocimientos y fortalecimiento de actitudes que fundamenten el desarrollo de una óptima competencia comunicativa.
No facilitaré una respuesta que sea la receta para el conocimiento de otras ramas aplicativas de las ramas de la lingüística por parte de la sociedad, pero creo que como he podido hacer notar, las mismas exigencias de la sociedad han hecho que se diversifiquen muchas de las ciencias del lenguaje de la lingüística y ello trajo consigo que la lingüística se extienda y complemente de manera interdisciplinaria con otras ciencias que requieren de su auxilio para la explicación de determinados fenómenos. Así la evolución de la lingüística continúa y esperemos, no obstante, los resultados de un mayor conocimiento de la lingüística a un largo plazo que, sin perder la fe que al conocer mucho más de los dominios y realidad de mi carrera humanista, me da el derecho de plantear.
Ahí la labor de la universidad, como plantea Cisneros: “A ella [la universidad] venimos a estudiar con la certidumbre de que el saber nos hace mejores el eficaz servicio de la polis. La fe fortalece ese estudio y acentúa su perfil humanista. Cuando más perfeccionamos el saber, mejor entendido está el hombre, nuestro prójimo esencial. A más verdad, saber más sólido y fe más verdadera. Aprender y enseñar son tareas que nos convoca la verdad”.
Así pues, la solución de este desconocimiento está en la enseñanza que uno como universitario (científico) debe de brindar a la sociedad, no esperemos pues vivir en la cultura del “debería” en la que se espera que otros solucionen los problemas de nuestra especialidad, cuando la solución está en nuestras narices: el problema y solución es uno mismo.
2 comentarios:
Como villarrealina, soy testigo de las necesidades que tenemos para llevar a cabo nuestra tarea como estudiantes-investigadores dentro de la universidad; por ello, en este aspecto, estoy de acuerdo contigo. Pero estos problemas internos no deben ser obstáculos para conseguir lo que realmente deseamos: ser lingüistas.
Estimado Ricardo:
Felicito tu iniciativa de seguir con esta laboriosa actividad: la investigación, tarea que no siempre es muy bien recompensada y/o apoyada... tienes mucha razón en gran parte de lo que expones en tu disertación; asi mismo, pienso que 'ser profesional'__y más cuando se trata de una ciencia como la nuestra: la lingüística___ no solo requiere del esfuerzo del alumno o del profesor, sino también de una buena organización institucional, con esto no desmerezco a nuestra casa de estudios, pues como todas tiene sus aciertos y desaciertos, solo trato de dejar en claro que COMO EL FUTURO DE ESTA SOCIEDAD: NUESTRA SOCIEDAD merecemos una educación de CALIDAD y, sobre todo, una reestructuración en el Plan de Estudios, para estar como tú mismo propones A LA ALTURA DE LOS REQUERIMIENTOS DE NUESTRA SOCIEDAD (que cabe hacer la alcaración: sociedad globalizada con miras a dejar de ser un país en vías de desarrollo, donde los PROFESIONALES jugamos un papel de suma importancia..¿o me equivoco?)... hasta pronto.
Atte.
Roxana A.
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Gracias por leer la entrada!!! (Ricardo)